¿Somos nuestro cuerpo? bueno, en cierto modo no. Pero ¿hay una línea en la que esto deja de ser cierto? ¿cuánto podemos quitarnos antes de dejar de ser nosotros? y ¿tiene sentido plantearse esta pregunta?
Billones de ellas. Al menos 10 veces más, que las estrellas en la vía láctea. Una célula es un ser vivo, una máquina fabricada con hasta 50 mil proteínas diferentes, no tiene conciencia, ni voluntad, ni propósito, simplemente existen.
Pero aún así es un ser. Juntas, las células forman estructuras enormes para desempeñar labores como preparar comida, reunir recursos, transportar materiales, escanear el entorno, etc. Si extraemos células del cuerpo y las colocamos directamente en el entorno, seguirán vivas durante un rato, de modo que pueden existir sin nosotros, pero nosotros no podemos existir sin ellas. Si retiramos todas las células, desaparecemos.
¿Existe una línea en la que un montón de células de uno, dejan de ser uno? Por ejemplo, al donar un órgano, miles de millones de células de una persona siguen viviendo en el interior de otra. significa ¿que una parte del donante se convierte en otra persona? o ¿que este otro cuerpo, mantiene viva una parte del donante?
Imaginemos un experimento. 2 personas al azar intercambiando células. Una vez, un cuerpo toma una célula del otro cuerpo y el otro cuerpo hace lo mismo, ¿en qué momento se convierte cada persona en la otra? lo harán en algún momento o es solo una forma muy lenta y burda de teletransporte.
Si imaginarnos a nosotros mismos como una cosa estática es insostenible. Casi todas nuestras células mueren a lo largo de nuestras vidas, desde que empezaste a leer este post, a cada uno se nos han muerto aproximadamente 250 millones entre 1 y 3 millones por segundo. En 7 años se sustituyen al menos una vez la mayoría de las células.
Con cada cambio de células uno se vuelve ligeramente distinto, por eso constantemente muere una parte de nosotros. Si tenemos suerte de llegar a viejos, en el ciclo habrán intervenido alrededor de mil billones de células. De modo que, lo que consideramos nosotros mismos, es sólo una especie de imágen instantánea.
Pero a veces las células se estropean y no quieren morir, cuestionando la propia naturaleza de la unidad de nuestros cuerpos. Es a lo que llamamos cáncer. Cancelan el contrato social biológico y se vuelven básicamente inmortales. El cáncer no es un invasor externo, es una parte de nosotros que pone su propia supervivencia por encima de todo. Aunque también se podría argumentar que una célula cancerígena se vuelve otra entidad dentro de uno. Otro ser que solo quiere crecer y sobrevivir.
Una joven enferma de cáncer que murió en 1951 es espeluznante. Las células solo suelen sobrevivir unos días en el laboratorio, por eso investigar es complicado. Las células cancerígenas de Henrietta son inmortales. Durante décadas se han multiplicado una y otra vez, utilizado para incontables investigaciones que han salvado innumerables vidas.
Las células de Henrieta siguen vivas y en total se han multiplicado hasta alcanzar al menos 20 toneladas de biomasa. Alrededor del mundo hay partes vivas de alguien considerado muerto hace décadas. ¿Cuánto de Henrietta hay en estas células? y en cualquier caso ¿que hace que una de nuestras células sea nosotros? ¿podría ser la información que contiene, el ADN?
El genoma es móvil y cambia con el tiempo a través de mutaciones e influencias medioambientales. Algo que sucede especialmente en el cerebro. A tenor de recientes descubrimientos en el código genético de cualquier neurona de adulto, hay más de mil mutaciones respecto de las células que la rodean.
Pero ¿cuánto de nosotros es en realidad el ADN? Cerca del 8% del genoma humano se compone de virus, que en un momento infectaron a nuestros ancestros y se combinaron con nosotros. Las mitocondrias, las centrales eléctricas de la célula. En su momento fueron bacterias que se fusionaron con los ancestros de nuestras células, aún conservan su propio ADN. Una célula media tiene cientos de ellas, cientos de pequeñas cosas que no son verdaderamente humanas, pero que en cierto modo sí lo son.
Si retrocedemos un poco, sabemos que estamos formados por billones de pequeñas cosas, fabricadas por cosas más pequeñas que cambian constantemente. Juntas todas esas pequeñas cosas no son estáticas sino dinámicas, su composición y condición cambia constantemente.
De modo que podríamos limitarnos a ser un patrón autosostenido sin límites definidos, que en algún momento cobra conciencia y que ahora tiene la habilidad de pensar acerca de sí mismo, a través tiempo y del espacio, pero que en realidad solo existe en este preciso instante.
Donde empezó el patrón. ¿En la concepción? ¿al aparecer en el primer humano? ¿cuándo la vida comenzó a conquistar nuestro pequeño planeta? o ¿cuándo los elementos que nos conforman se formaron en una estrella? Nuestros cerebros humanos han evolucionado para afrontar absolutos.
Es difícil comprender los borrosos bordes que conforman la realidad. Quizás los conceptos como principio y fin, vida y muerte o uno y otro, en realidad no son absolutos. Sino ideas de un patrón fluido, un patrón perdido en este extraño y hermoso Universo.